El pasado domingo asistimos a una jornada electoral que quedará para el escrutinio de politólogos, analistas y actores políticos, y con seguridad generará casos de estudio en las aulas universitarias, por la riqueza de situaciones, estrategias, errores, causas y efectos.
En primer lugar, se ha confirmado que, al menos en el Ecuador, las consultas populares no son más que una medición de popularidad del gobierno consultante. Es lo que había ocurrido desde el retorno a la democracia en 1979. Fue advertido reiteradamente por muchos analistas (más allá que no se necesita mucho talento para intuirlo); ello, sumado al bajísimo nivel de aceptación del Gobierno, avizoraba el fracaso de la consulta. Tal fue el rechazo popular, que, aunque las preguntas eran tan populares y positivas, aún así el pueblo dijo No. Un no rotundo al Gobierno, no a las preguntas.
En segundo lugar, esta elección marca el resultado de una exitosa estrategia política y premia a quien, a lo mejor porque no tenía más opción, porque le hicieron el favor de nombrarlo el enemigo n°. 1 de la patria y causante de todos sus males, o porque está en su naturaleza, asumió el riesgo de fajarse de frente y en todos los escenarios contra el Gobierno. De confrontarlo abiertamente, de convertirse en su principal opositor, al punto de haber liderado el voto No en la consulta (que lo convierte, además en el gran ganador del No). Me refiero a Rafael Correa, a la Revolución Ciudadana, que el domingo ha capitalizado de manera arrolladora el descontento popular hacia el Gobierno del presidente Lasso, traducido en una votación histórica y arrolladora, que incluye por primera vez la joya de la corona: la Alcaldía de Guayaquil; que la ganan, además de por los errores de gestión y campaña que pudo haber cometido la alcaldesa, como premio por liderar la oposición al Gobierno. En ese sentido, y a diferencia de lo que cierta élite de Samborondón y sus alrededores cree, me queda claro que para el pueblo de Guayaquil el PSC (Partido Social Cristiano) no es opositor del Gobierno, pues, además de tener cierta similitud social y de entorno de sus líderes, lo ayudó a llegar al poder, lo salvó de la destitución el pasado noviembre y para rematar, no hizo campaña por el No, e incluso, algunos de sus líderes manifestaron estar con el Sí.
(…) me queda claro que para el pueblo de Guayaquil el PSC (Partido Social Cristiano) no es opositor del Gobierno…
Finalmente, marca el regreso victorioso de Rafael Correa, quien con solo un teléfono, a miles de kilómetros de distancia, y a pesar de todos los errores y excesos cometidos en la década que gobernó el país, ha barrido en el Ecuador. Porque no nos engañemos, más allá de unas cuantas figuras con brillo y peso propio, como Marcela Aguiñaga, Leonardo Orlando, Pabel Muñoz, entre otros, el pueblo ha votado masivamente por Correa, porque “con Correa estábamos mejor…”.
Winston Churchill dijo alguna vez que “la política es casi tan excitante como la guerra y casi igual de peligrosa. En la guerra solo te pueden matar una vez, pero en política muchas veces”. Habría que agregarle: Y revivir muchas otras…
Rafael está de vuelta.
Ojalá sea un Correa más maduro, que haya aprendido de los errores y que recuerde muy bien sus aciertos.
La voz del pueblo, es la voz de Dios.
FUENTE: EL UNIVERSO