Se lamentaban sobre el césped los jugadores de la Real Sociedad al comprobar, tras el pitido final, que todo esfuerzo es escaso en un partido de la máxima competición europea. El equipo de Imanol tuvo en sus manos la victoria, pero se le escapó entre los dedos ante un rival desdibujado pero letal que se llevó un punto sin merecerlo.

Nadie supo a qué quiso jugar el Inter de la primera parte. El subcampeón de Europa resultó indescifrable ante una Real Sociedad cristalina, transparente, sin nada que ocultar, que supo salir como un obús incontenible; que después de marcar su gol jugó a dormir el partido, le cantó una nana al rival italiano y luego, en los minutos finales, decidió acelerar para volcarse de nuevo sobre la portería del suizo Sommer, el primero entre once futbolistas vestidos de naranja valenciana que navegaban sin rumbo sobre el césped de Anoeta.